“Cada flor es una estación”, le gusta decir a Joseph Mul, cuyo corazón late al unísono con las flores. Desde el inicio de la primavera, sabe si la cosecha de rosa será generosa en el mes de mayo.

El cultivo de plantas dedicadas a la perfumería se lleva realizando desde hace más de tres siglos en Grasse, Francia. Refrescado por el viento y bañado por el sol mediterráneo, el suelo fértil de esta región presenta las condiciones ideales para la producción de flores de una calidad excepcional destinadas al perfume. Grasse es sin duda la cuna de la perfumería francesa.

Las flores cultivadas en la región de Grasse se convirtieron rápidamente en las materias primas de referencia de los grandes perfumistas. Por lo tanto, es natural que fuese en Grasse donde comenzó la historia del perfume N°5. En 1921, su perfumista, Ernest Beaux, elige para su composición el jazmín procedente de Grasse. Desde hace casi un siglo, Chanel se abastece en Grasse, y desde 1987, contribuye activamente a perpetuar el cultivo del jazmín y de la rosa. En la actualidad, el cultivo se extiende a otras plantas para perfume, desde el iris al geranio, pasando por el nardo. Cinco cosechas excepcionales que quedan exclusivamente reservadas a los perfumes de Chanel.

“Cada flor es una estación”, le gusta decir a Joseph Mul, cuyo corazón late al unísono con las flores. Desde el inicio de la primavera, sabe si la cosecha de rosa será generosa en el mes de mayo.

Por iniciativa de Jacques Polge, Chanel firma una colaboración, completamente inédita en aquella época, con el mayor productor de flores local, la familia Mul, establecida en Pégomas. Es entonces cuando comienza una auténtica relación de confianza. Se tejen lazos de amistad, que avalan la perpetuidad de un patrimonio inusual en la región de Grasse y de una maestría perfecta de la transformación de la flor en perfume. Esta colaboración permite garantizar tanto la calidad olfativa como la cantidad de flores necesarias para los perfumes Chanel.

La familia Mul lleva cinco generaciones dedicando todos sus esfuerzos a proteger este cultivo secular de plantas para perfume de una calidad excepcional. Un patrimonio legendario, heredado de su bisabuelo, que Joseph Mul ha preservado con gran orgullo de todo tipo de codicias, y que hoy transmite a la siguiente generación.
De forma paralela, en 2014, Jacques Polge entrega las llaves del Laboratorio de Perfumes Chanel a su hijo, Olivier Polge.

Siempre respetuosa con su historia estrechamente ligada a Grasse, no significa que Chanel caiga en la nostalgia. Conservar este patrimonio implica también comprometerse con el futuro. La familia Mul y Chanel comparten valores comunes, valores que permiten marcar la diferencia y adaptarse al ritmo de la continuidad, con un compromiso común por los proyectos futuros.

Si no dedicamos el tiempo necesario a comprender a las plantas, corremos el riesgo de arruinarlo todo. Hay que atreverse, probar y observar a largo plazo. Fabrice Bianchi.

En las 20 hectáreas de campo dedicadas a las flores para perfumería, reinan un rigor y un cuidado sin igual. En colaboración con Chanel, la familia Mul nunca deja de mejorar las técnicas de cultivo siguiendo el modelo de la agricultura sostenible para que las flores ofrezcan siempre lo mejor de sí mismas, sin riesgo de agotar las posibilidades que ofrece la tierra. Entre cada cultivo, se llevan a cabo profundos análisis en cada parcela de tierra para comprender su lenguaje y desvelar sus secretos.

Desde 1988, se estableció una fábrica en pleno centro de los campos. Esta fábrica permite el tratamiento de las flores frescas, a medida que se recolectan, para extraer toda su quintaesencia.
Unidad de producción y transformación, también es un auténtico laboratorio destinado a probar y mejorar el resultado olfativo de cada cosecha. Chanel y la familia Mul tienen la vocación común de producir las flores más aromáticas y de garantizar la misma calidad hoy y siempre. La trazabilidad es primordial en esta colaboración, desde el cultivo de la planta hasta su transformación en concreto o en absoluto.

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